EL TRIBUTO DE LA JUNGLA (1)

Si algo tuvieron en común dos actores tan antagónicos como Bela Lugosi y Johnny Weissmuller, fue su dramático final: la locura los transfiguró en ruinosas caricaturas del personaje que les convirtió en mitos cinematográficos. Si el primero terminó sus días, consumido por las drogas y creyendo ser la reencarnación de Drácula en un hospital de Los Ángeles; el segundo, con un gran deterioro físico, acabó emulando patéticamente aquel grito de la selva, en una residencia de Acapulco, donde falleció el 20 de enero de 1984. Muy lejos quedaba aquella imagen del campeón olímpico de natación que personificó a Tarzán en doce películas. Y aunque ha habido numerosos, el de Weissmuller, que fue el primer Tarzán sonoro, ha sido el que realmente ha permanecido en la memoria colectiva como la encarnación ideal del personaje, salido de la pluma de Edgar Rice Burroughs, cuyas primeras aventuras publicó con el título de Tarzan of the apes en 1912.

La historia de Johnny Weissmuller bien puede ser la de cualquier ficción de superación made in Hollywood: sus padres emigraron a los Estados Unidos cuando él aún tenía pocos años de vida (nació en Freidorf, antes imperio austrohúngaro, hoy Rumanía, el 2 de junio de 1904). Por ser un muchacho con una constitución física débil le aconsejan, por prescripción médica, que reciba clases de natación. A partir de ahí, inicia lo que será una fulgurante carrera deportiva, que culminará con más de sesenta records mundiales y 5 medallas de oro (tres en los Juegos Olímpicos de Paris de 1924, y dos, cuatro años después, en los de Ámsterdam), lo que le llevó a ser considerado como unos de los mejores nadadores de su tiempo. Ante semejante historial, y por su excepcional físico, no es extraño que Hollywood se fije en él cuando surge el proyecto de llevar al celuloide las aventuras de Tarzán. La primera de las seis producidas por la Metro Goldwyn Mayer, Tarzán de los monos, se rueda en 1932. El realizador, W.S. Van Dyke reutiliza las imágenes que rodó en África para su anterior film, Trader Horn (1931), lo que le confiere a la aventura un realismo mayor que sorprende a un público deseoso de nuevas emociones. A esto, se añade Maureen O´Sullivan (madre de Mia Farrow), en el papel de Jane, que junto con el nadador, formará una de las más célebres parejas cinematográficas. El enorme éxito cosechado conlleva a la producción de un nuevo título: Tarzán y su compañera (1934), cuya calidad, por encima de las demás que conforman la saga, se debe en buena medida a sus directores, Cedric Gibbons, un prestigioso escenógrafo del momento, y un experimentado realizador, Jack Conway.

Retoques
El veterano Richard Thorpe dirigirá con éxito las siguientes entregas: La fuga de Tarzán (1936), Tarzán y su hijo (1939), en la que aparecerá por primera vez Boy (interpretado por Johnny Sheffield), hijo adoptivo de Tarzán, El Tesoro de Tarzán (1941) y Tarzán en Nueva York (1942). Películas, que por otro lado, se irán impregnando de los ideales del American way of life. Tampoco el hombre-mono se libró del filtro del código Hays y de las ligas puritanas de la época, obligado a ciertos retoques como, por ejemplo, el que Jane apareciese algo más “tapada”. Paradójicamente, y en contra de la imagen que Weissmuller ofrece en la pantalla, su tumultuosa vida privada está plagada de amantes y divorcios (se casó cinco veces y tuvo tres hijos), siendo su matrimonio con la actriz Lupe Velez (1933-39), uno de los más sonados de la época por sus continuos altercados.

La MGM se desprende del héroe de la selva, pero el productor Sol Lesser se hace con los derechos produciendo seis nuevas aventuras para la RKO, con una calidad inferior a las precedentes. William Thiele dirige los dos primeros títulos de la nueva etapa: El Triunfo de Tarzán (1943), con alusiones críticas hacia el nazismo como en tantos otros filmes rodados en período de guerra, y Tarzán el temerario (1943), ambas sin la presencia de Jane. Durante el tiempo en que se rodaron las dos películas, Lesser tenía la esperanza de que Maureen O´Sullivan retomara el papel, pero la actriz ya no estaba interesada. La figura de Jane reaparecerá de nuevo con la fisonomía de Brenda Joyce en Tarzán y las amazonas (1945), rol que la intérprete encarnará hasta el final de la saga. Esta última película junto a las dos siguientes, Tarzán y la mujer Leopardo (1946) y Tarzán y la Cazadora (1947), las dirige Kurt Neumann, ya con un maduro Weissmuller que acusa decadencia física, y que aún interpretaría el personaje una vez más, en Tarzán y las Sirenas (Robert Florey, 1948).

Weissmuller volvería a conocer un discreto éxito interpretando a otro héroe, Jungle Jim, para la Columbia, en algo más de una docena de películas de menor calidad, entre 1948 y 1955, que marcarán el final de su carrera cinematográfica. En su retiro se dedicó a diversos negocios con escasa fortuna, a la vez que su salud se iba deteriorando con el paso del tiempo. Cuentan que su última mujer impidió que le hicieran fotos en sus últimos años de agonía, para preservar aquella imagen de un campeón olímpico elevado a estrella del celuloide. Pero no pudo evitar que sus gritos delatasen un triste epílogo: el de un hombre devorado por su propio mito.

CARLOS TEJEDA
(1) Artículo publicado en el suplemento BLANCO Y NEGRO CULTURAL del diario ABC, nº 643, 22 de mayo de 2004, pp. 42-43.